jueves, 14 de noviembre de 2019

Mousa, Aarsal, Bekaa (Líbano)

A Mousa, de 6 años, le diagnosticaron diabetes tipo I hace dos años. La familia no había tenido experiencia previa con la enfermedad antes de su diagnóstico.

“La enfermedad era muy nueva para mí, no estaba segura de poder manejarla bien, así que solía ir al pediatra cada tres días. Estaba confundida y no tenía confianza", dice Nada, la madre de Mousa.
 
En esa etapa, y antes de saber acerca de nuestra clínica, Nada acudía a una clínica privada y compraba la pluma de insulina, el glucómetro y las tiras en la farmacia.
 
La cantidad total mínima que necesitaba para comprar estos artículos era de 45 euros (50 dólares) al mes. Nunca pudo cubrir por completo el coste mensual y todavía está pagando su deuda con el farmacéutico.

A día de hoy, Mousa recibe tratamiento y seguimiento en nuestra clínica en Aarsal, y hace poco se inscribió en el programa de monitoreo continuo de glucosa. “Cuando me dijeron sobre el dispositivo de monitoreo continuo de glucosa (MCG), tuve miedo. Nunca había oído hablar de eso antes y no estaba muy segura de cuál sería su impacto en la salud de mi hijo. Pero cuando el médico y el asesor me explicaron qué era y lo intentamos, sentí que el MCG le facilitó las cosas a Mousa y resultó ser mucho mejor que un pinchazo”, dice Nada.

La parte más desafiante en el tratamiento de la diabetes de Mousa es la dieta. Es muy difícil para él comer alimentos saludables todo el tiempo, pues ve cómo todos los niños a su alrededor consumen todo tipo de bocadillos, y quiere ser como ellos... quiere ir a la tienda con otros niños y elegir los bocadillos que desee.

A veces, ya sea una vez por semana o cada dos semanas, la familia no es capaz de costear una comida saludable para Mousa. Termina comiendo solo patatas o arroz. Cuando eso sucede, su madre aumenta la dosis de insulina para balancear la comida de Mousa. No tiene otra opción.